Trastorno de Pánico: síntomas, evaluación y tratamiento

Orientación Psicológica

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Psicólogos especializados en trastornos del neurodesarrollo.

El trastorno de pánico se caracteriza por presentar varios ataques de pánico, episodios sumamente desagradables que pueden ser traumáticos para quien lo sufre.

La sensación de tener miedo y no saber por qué se describe en muchos artículos y así lo relatan aquellos que lo padecen. Es por esto que el conocimiento de los episodios del trastorno de pánico continúa en evolución, pues la necesidad de actuar de forma asertiva es cada vez mayor.

Los ataques de pánico en adolescentes, al igual que en la población adulta, pueden darse de forma repentina y sin razón aparente. Si el ataque sucede por primera vez, podría indicar el inicio de un cuadro de trastorno de pánico, una afección mayor que podría acarrear consecuencias más graves, y cuya característica principal son precisamente estos desagradables episodios.

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Trastorno de pánico

El trastorno de pánico en adolescentes es una afección que, si bien afecta a una pequeña porción de esta población (aproximadamente 12 millones a nivel mundial, o el 1% de los adolescentes), es particularmente sofocante para el paciente y delicado de tratar.

Este es un tipo de trastorno de ansiedad que se suele relacionar con la ansiedad de separación, y algunos datos indican que podría tener una tendencia hacia el alza en los próximos años.

En los años 90, investigadores como Kearney o Black encontraron resultados que pueden establecer a la adolescencia media (14-16 años) como la edad promedio para el inicio de los ataques de pánico. Esto sin duda es un dato que debería poner en alerta a cualquiera que conviva con adolescentes, pues las consecuencias de una intervención tardía podrían ser sumamente desagradables.

Trastorno de Pánico DSM 5

El Trastorno de Pánico (DSM 5) se caracteriza por:

AAtaques de pánico imprevistos recurrentes. Un ataque de pánico es la aparición súbita de miedo intenso o de malestar intenso que alcanza su máxima expresión en minutos y durante este tiempo se producen cuatro (o más) de los síntomas siguientes:
    1. Palpitaciones, golpeteo del corazón o aceleración de la frecuencia cardíaca.
    2. Sudoración.
    3. Temblor o sacudidas.
    4. Sensación de dificultad para respirar o de asfixia.
    5. Sensación de ahogo.
    6. Dolor o molestias en el tórax.
    7. Náuseas o malestar abdominal.
    8. Sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo.
    9. Escalofríos o sensación de calor.
    10. Parestesias (sensación de entumecimiento o de hormigueo).
    11. Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (separarse de uno mismo).
    12. Miedo a perder el control o de “volverse loco”.
    13. Miedo a morir.

B. Al menos a uno de los ataques le ha seguido al mes (o más) uno o los dos hechos siguientes:

    1. Inquietud o preocupación continua acerca de otros ataques de pánico o de sus consecuencias (p. ej., pérdida de control, tener un ataque al corazón, “volverse loco”).
    2. Un cambio significativo de mala adaptación en el comportamiento relacionado con los ataques (p. ej., comportamientos destinados a evitar los ataques de pánico, como evitación del ejercicio o de las situaciones no familiares).

C. La alteración no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia (p. ej., una droga, un medicamento) ni a otra afección médica (p. ej., hipertiroidismo, trastornos cardiopulmonares).
D. La alteración no se explica mejor por otro trastorno mental (p. ej., los ataques de pánico no se producen únicamente en respuesta a situaciones sociales temidas, como en el trastorno de ansiedad social; en repuesta a objetos o situaciones fóbicas concretos, como en la fobia específica; en respuesta a obsesiones, como en el trastorno obsesivo-compulsivo; en respuesta a recuerdos de sucesos traumáticos, como en el trastorno de estrés postraumático; o en respuesta a la separación de figuras de apego, como en el trastorno de ansiedad por separación)

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Prevalencia del Trastorno de Pánico (DSM 5)

Las mujeres se ven el doble de afectadas del Trastorno de Pánico que los hombres. 

Aunque puede aparecer el trastorno en niños, la prevalencia es baja antes de los 14 años de edad; edad en la que va sucediendo un aumento gradual, alcanzando el máximo durante la edad adulta. En personas mayores la prevalencia disminuye.

Características clínicas

El principal elemento que distingue a este trastorno, según el DSM (manual de diagnósticos de salud mental), es la aparición recurrente de ataques de pánico que pueden durar horas o tan sólo unos minutos.

Desde luego, un ataque de pánico puede suceder de forma aislada en una persona que no sufra de este trastorno, por lo que la frecuencia es un factor importante, más que la simple ocurrencia del episodio.

Por lo general, dichos ataques alcanzan su punto álgido durante los primeros 10 minutos, empezando a disminuir de forma paulatina después de este periodo de tiempo.

Otra característica peculiar es que los ataques de pánico en niños son sumamente poco comunes, aunque se desconoce la razón, pero autores como Caballo intuyen que una de las principales causas es que los niños suelen ir al pediatra al mostrar síntomas, dado que estos especialistas pueden tomar los síntomas como somáticos.

Trastorno de pánico: síntomas

Si sufres un ataque de pánico, es probable que experimentes algunos de estos síntomas (incluso, puedes experimentarlos todos):

    • Sensación de que el corazón late muy fuertemente o muy rápido (palpitaciones, taquicardia)
    • Sudoración excesiva
    • Movimientos involuntarios (temblores)
    • Sensación de ahogarse o quedarse sin aliento
    • Sentir que tiene algo obstruyendo su garganta, muchos lo llaman “nudo en la garganta”
    • Opresión o incomodidad en el pecho
    • Ganas de vomitar, incomodidad abdominal
    • Pérdida del equilibrio
    • Síncope
    • Sentir que se está separado del cuerpo (despersonalización)
    • sensación de irrealidad
    • Ansiedad ante la muerte o ante la posibilidad de perder el control
    • Entumecimiento, hormigueo en las extremidades (parestesia)
    • Percepción de que hace mucho frío o mucho calor, cuando no es así

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Evaluación de los trastornos de pánico

Los investigadores Kearney, Albano, Eisen, Allan y Barlow describieron características peculiares del desarrollo del TP en los infantes y adolescentes, señalando que los adolescentes con trastorno de pánico tienen más probabilidad de desarrollar depresión que aquellos cuyo diagnóstico es un trastorno de ansiedad sin pánico.

De esta forma, se vuelve sumamente importante prestar atención a comportamientos o deseos suicidas, manifestaciones preocupantes, percepciones surreales o deterioro del autoestima, ya que son elementos que contribuyen a esta comorbilidad.

Así mismo, la literatura sobre pánico con agorafobia es muy consistente, llegando a ser tomadas como una sola en muchas ocasiones.

Esto, si bien puede ser cuestionable en la actualidad por meros tecnicismos, es una señal clara de que el cuidado al paciente adolescente con este diagnóstico debe ser particularmente exhaustivo cuando se exponga a espacios abiertos, sobre todo durante los primeros meses de evaluación.

Teniendo estas consideraciones, el método de evaluación podría ser uno de los siguientes:

    • Entrevistas (estructuradas, no estructuradas)
    • Escalas e índices
    • Pruebas diagnósticas
    • Observación en el entorno del paciente

Trastorno de pánico: tratamiento

Las estrategias diseñadas para este trastorno se enfocan en ayudarlo a retomar su calidad de vida, a través de un proceso lento que en muchas ocasiones no “cura”, sino que controla el trastorno.

Las terapias conductuales y familiares son la opción más acertada para mitigar los síntomas de esta afección y, si no existen contraindicaciones, es ideal aplicarla junto con medicamentos.

El principal fármaco utilizado para tratar un trastorno de pánico es el clonazepam, con una posología de 1 a 2 mg al día. Esto ha demostrado ser eficaz de acuerdo con estudios de expertos como Barlow y Cerney.

Otro fármaco frecuente en estos casos es la imipramina, con posología de entre 75 y 150 mg al día. Sin embargo, esto no es recomendable en el 100% de los casos, ya que puede ser peligroso si se administra a pacientes con problemas cardíacos o antecedentes de impulsividad.

 

Bibliografía

Caballo, V.E. (2012). Manual de psicología clínica infantil y adolescente, trastornos generales (vol 1.). Editorial: Pirámide.

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